Cualquier persona, incluyendo a los astrónomos, podría caer en la trampa de pensar que la Astronomía es una ciencia ajena a los problemas del mundo. ¿Tiene sentido pensar,entonces, si las ciencias astronómicas han hecho una contribución a la sociedad para ayudar en la contingencia actual? ¿Cómo podría entonces una ciencia básica como ésa hacer un aporte en la actual pandemia de coronavirus? En palabras de Albert Einstein, uno de los padres de las teorías que hoy nos permiten entender el universo, “en el medio de toda crisis, hay una gran oportunidad”. Tenemos, al menos, la oportunidad de pensarnos como civilización cuando una crisis golpea a todos por igual, sin distinguir fronteras. El rol de las ciencias, a veces cuestionado, asume tal vez ahora un rasgo esperanzador, en una carrera por la tan ansiada vacuna que nos saque de este problema. Los datos fehacientes y verificados valen más que los discursos encendidos o las ideas contrapuestas. Pero hacer ciencia no es sobre qué hacer, sino sobre cómo hacerlo. Muchos avances tecnológicos que usamos a diario tuvieron una importante contribución de las ciencias astronómicas, que surgió como un subproducto inesperado de una pregunta académica. Podemos mencionar los CCD de las cámaras digitales, que se derivan de los detectores de los telescopios que digitalizan las imágenes; o el WiFi, que se deriva de una tecnología desarrollada para estudiar agujeros negros con radiotelescopios. Además, la astronomía forma parte de nuestra cultura. Medimos el tiempo según el ritmo que marcan los astros, construimos nuestros edificios según la ubicación del Sol y dibujamos antiguas leyendas en las estrellas. Miramos al cielo por las noches, como especie, con la angustia de no saber si todo el universo fue hecho para nosotros solos, o si encontraremos otro mundo para vivir por si acaso el nuestro no resiste nuestras ansias de progreso. Hemos hecho grandes avances de la mano de la ciencia y la tecnología, gracias al virus de la curiosidad.

La astronomía como servicio

El trabajo remoto no es nuevo para los científicos, por lo que la cuarentena no impide seguir con la tareas de investigación. Pero también hay en la comunidad astronómica un profundo sentimiento de deuda con la sociedad por ser privilegiados exploradores de lo desconocido y remoto en un país con muchos problemas. Esta inquietud llevó a la formación, en el seno del Instituto de Investigación en Astronomía Teórica y Experimental (IATE), de un equipo de trabajo multidisciplinario que comenzó a explorar herramientas para entender la evolución de la pandemia de manera local, comparada con lo sucedido en otros países, con fuerte énfasis en la elaboración de herramientas de software para organizar los datos disponibles y ayudar a los que saben a tomar las mejores decisiones. El proyecto se denominó ARCOVID19. Una de las primera motivaciones fue entender la magnitud del problema. Luego encontramos una oportunidad de ayudar.

La ciencia como método

Los modelos, proponen el comportamiento de determinados sistemas mediante un planteo matemático que permite estudiar las relaciones entre las diferentes variables intervinientes, tener una representación gráfica de los procesos en juego y contar con un lenguaje que sirva como marco para entender los fenómenos. Por ejemplo, un modelo que explica la formación de las galaxias propone relaciones entre la gravedad, la expansión del universo, la formación de estrellas y el tiempo, y la manera en la que se combinan para dar lugar a galaxias como las que observamos. Análogamente, un modelo epidemiológico plantea relaciones entre la cantidad de nuevos contagios y la cantidad de enfermos, el tiempo de incubación o la fracción de casos que se vuelven graves, entre otros. Muchos modelos de diferentes áreas de las ciencias tienen características comunes, y los métodos que se utilizan para formularlos, validarlos y utilizarlos son también similares. La tensión entre los modelos y los datos es lo que permite avanzar, entender. Por eso contribuir con herramientas para extraer información útil de los datos crudos y ponerlas a disposición de todos es un pequeño aporte hacia la democratización de la información, la comprensión de la gravedad de lo que pasa, y la promoción de la capacidad de entender situaciones que nos afectan. Es necesario entender cuando algo es un verdadero problema de salud pública y qué parte nos toca para cuidarnos entre todos y asumir nuestras responsabilidades como ciudadanos. El conocimiento nos hace libres e iguales, es algo que se sabe en una comunidad astronómica en la cual lo que se aprende, como un virus, se esparce sin reconocer fronteras.

Este artículo apareció originalmente en la página del OAC

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